Condición pós-humana y otras reflexiones.
Introducción
Partimos de la idea que la construcción de
lo social es funcional como elemento integrador de nuestra realidad diaria,
realidad que está abruptamente en constantemente cambio a medida que reescribimos
nuestras nociones, percepciones, tendencias y orientaciones de lo que «es y
hace» a un individuo “ser humano” como estructura biológica pensante. Es un campo
de análisis que lleva años, sino décadas, sin embargo, continuamos reaccionando
no tan velozmente a las nuevas connotaciones y nuevas visiones de lo que es ser
humano, muchas veces de forma negacionista, teniendo cuidado de no ubicarnos del
lado contrario de la interpretación más genérica, lo que implicaría derribar
preconceptos, reaprender ideas y comprender el desarrollo de las nuevas ideas
en un marco científico y lejos de apasionamientos morales o mágicos. Pero
cuando lo analizado aún está en verificación, cuando el camino es difuso,
puesto que parte del análisis científico es evitar las suposiciones y
conjeturas finales de marco determinista, entonces se hace necesario mirar
hacia el proceso histórico y su devenir y analizar desde una perspectiva historicista
y analítica lo que podría suceder, si bien, una sociedad Poshumana la podríamos
interpretar como un avance en muchos aspectos de la ciencia como; la medicina,
la tecnología, la robótica, la genética entre otras, sin embargo, encierra una
parte que no siempre es previsible y que no tiene que ver directamente con las
situaciones físicas, orgánicas y funcionales, sino con la capacidad de ser y
estar, con la ética humana y su capacidad de sentir, la capacidad de tener empatía
frente al otro. El camino que recorremos nos presenta modelos de sociedades en el
que las sociedades distópicas se presentan como sociedades indeseables en sí
mismas al borde del caos, filmes como los de James McTeigue, (V de Vendeta), Christopher
Nolan (Batman El Caballero de la Noche) o George Miller (Mad Max), por decir
algunos nos parecerían escenarios distópicos solo superados por la realidad, el
ritmo vertiginoso que llevamos, el agotamiento de los recursos naturales, la
corrupción y desigualdad, el resurgimiento de movimientos fascistas y de odio
que se levantan en muchos Estados del mundo, nos hacen pensar en ello con mayor
razón.
¿Qué
define lo humano?
La
construcción social y conceptual de lo que define al «ser humano» o «lo humano»
ha pasado a través de la historia por una revisión constante en el pensamiento
ilustrado, el cual actualmente es inacabado ya que su construcción social,
cultural, biológica, física y espiritual se sitúa en una de las faenas más
complejas en la comprensión del individuo en colectivo. Podríamos caer en el
error, por volatilidad, en considerar lo humano como algo acabado, finito o
delimitado a través del tiempo y las diversas culturas globales. Para esto
tenemos que, primero referirnos a la discusión de la construcción del otro, el nosotros y el yo como
algo que integra lo humano sin caer en los elementos unitarios del yoismo,
puesto que no se puede entender la construcción del «otro», en consonancia como
el «individuo» que tengo frente a mí como algo enajenado o lejano del elemento
«nosotros» o los elementos que conforman la sociedad, agrupación o colectivo
social, ya que estaríamos desligando y desconectando las representaciones
simbólicas y metahistóricas que no son un agregado o un adicional propiamente,
sino elementos propios del sujeto como individuo que conforma la sociedad en su
conjunto y que esta a su vez se remite a la construcción y alternancia
constante a modo de retroalimentación.
Elías (1990), afirma que; cuando se habla
del «individuo y sociedad» de la misma forma en que se hablan de dos conceptos
separados, es como si se tratara de dos clasificaciones o entidades distintas,
capaces de existir la una sin la otra lo cual no es así (p.106).
Por otro lado, (Baumann, 1996; Sierra, 2011),
han desarrollado el análisis conceptual del individuo en sociedad haciendo
referencia sobre el proceso evolutivo que tiene este para el conjunto social
como colectivo, también como sujeto individual en la búsqueda de una libertad
perdida, precipitada por la inseguridad y el miedo que vendría a representar
los cambios posteriores a la modernidad.
Hernández (2016) parafraseando la obra «modernidad
liquida» de Bauman, nos dice que la condición humana o el constructo humano la
conforman; “cinco aspectos como tal y que se ven desarrollados a partir de los
conceptos de: emancipación, individualidad, tiempo/espacio, trabajo y
comunidad” (p.279).
Los ámbitos de la convivencia humana se
desarrollan de acuerdo con Hernández (2016).
“en lugares émicos (aquellos destinados a la
exclusión), lugares fágicos, (los destinados a la inclusión masificación del
consumo), los nolugares, (espacios despojados de las expresiones simbólicas de
identidad) y los espacios vacíos, (lugares que siempre han estado ahí, pero
inexistentes en nuestro mapa mental), es precisamente en estos espacios, en los
que la humanidad se desenvuelve actualmente, que se da una cierta necesidad de
exclusión, siendo que el ser humano se siente más seguro estando solo, que en
sociedad, perdiendo las habilidades de convivencia, que soló moverá y
expresara, en cierta medida, con aquellos a quienes considere de su propia
clase”(p.281).
De esta forma se describe la construcción
de un sujeto que lejos de ser solo “humano” es un individuo en sociedad,
plagado de elementos propios de su condición permanente de aprendizaje y
facultado en la inmediatez de las emociones como tal. El proceso evolutivo que
moldea la conceptualización del ser social sujeto o individuo ha migrado del
sentido que antiguamente se tenía, respecto a la “pertenencia como sujeto
social a una marcada individualidad” (Hernández, 2016, 279).
Por otro lado, Beach (2001), define lo
humano en dos palabras claves; condición
y acción (…), haciendo la salvedad que la condición humana no es lo mismo
que su naturaleza humana, (p.85).
La comprensión de lo humano como actividad
surge del análisis y descripción de figuras y actividades de la vida del hombre
como; labor, trabajo y acción, “cada una de estas actividades define una
condición del ser humano. La primera es la condición de una vida biológica, la
segunda una condición de mundanidad y artificialidad y la tercera, la condición
de la pluralidad” (Beach, 2001, 87), estas tres actividades están íntimamente
relacionadas con aquellas condiciones más generales de la existencia humana, a
saber, su natalidad y mortalidad.
“La
labor en tanto proceso vital asegura la supervivencia del individuo y la
especie, el trabajo permite la durabilidad ante la futilidad de la vida mortal,
y la acción, en tanto es capaz de preservar la singularidad humana, crea la
condición para el recuerdo e inaugura la historia”. (Beach, 2001, 88)
Supervivencia, durabilidad e historicidad
son consecuencias de un actuar humano capaz de otorgar “trascendencia” a una
existencia particular y mortal, desde la dinamicidad y futilidad que la
caracteriza. La realidad de lo humano surge a partir de su vita activa, su
habitar en la naturaleza en el mundo que construye y la historia que
protagoniza. Otra característica fundamental de la vita activa es su
iniciativa, su capacidad para comenzar algo nuevo, del modo en que un
nacimiento representa un “nuevo comienzo” totalmente impredecible y extraño.
Esta iniciativa latente y pujante, propia del ser que intentamos comprender, no
es abstracta ni sucede al margen de una realidad dada.
“Los hombres son seres condicionados, ya
que todas las cosas con las que entra en contacto se convierten en condición de
su existencia” (Beach, 2001, 88).
De las categorías que podríamos definir lo
humano se reducen a tres; la necesidad natural en lo humano, el mantenerse
vivo, esto es algo que es compartido con las demás especies animales, aunque a
veces parece naturalmente menos dotado para ello que aquellos seres que vemos
como inferiores. La capacidad constitutiva de crear un mundo, en cada
nacimiento, en cada creación, lo fútil e impredecible de lo humano, en cada
nacimiento, en cada acción y discurso se funda la trama de los discursos
humanos, así como la capacidad de la alteridad de ser otro o distinto.
Según Elías (1990) afirma que; lo que
entendemos por individuos y por sociedad todavía dependen en gran medida de la
forma de aquello que las personas desean y temen, puesto que está todavía muy
determinado por ideales y antiideales cargados de sentimientos positivos y
negativos, respectivamente. Las personas sienten que individuo y sociedad son
algo separado y, bastante a menudo, incluso opuesto, no porque efectivamente
puedan observarse como entidades separadas y opuestas, sino porque estas
palabras están asociadas a sentimientos y valores afectivos distintos, y muchas
veces opuestos. Rivera (2004) y parafraseando a Hobbes, afirma que; la
agresividad humana, gatillo de la violencia se ha manifestado a través de las
épocas de distintas maneras, sin perder su esencia, lo que llamamos
“civilización” no ha sido capaz de cancelar, pese a todo, esta “cualidad
inherente”
El ser humano, pérdida su seguridad en la
colectividad se aboca hacia una individualidad en la búsqueda de un bien ya no
común, sino particular, en este caso Elías (1990), nos dice que; la migración
de la seguridad colectiva tradicional hacia la seguridad individual y
solitaria, trae sus consecuencias para la sobrevivencia de la especie humana a
rasgos dantescos si miramos por ejemplo la cuestión de identidad como elemento
de búsqueda ultimas en las sociedades contemporáneas, ha provocado
transformaciones en la realización de lo humano hacia nuevas estructuras
sociales, económicas, políticas y culturales que mutan la idea originaria del
ser humano a una condición humana poshumana. Nuevamente Elías (1990), nos
afirma que la identidad, el cómo “yo”, no puede existir sin la identidad como
“nosotros”, lo único que varía es el equilibrio entre el yo y el nosotros, la
forma de la relación entre el yo y el nosotros. Quizás sea útil añadir que el
concepto de identidad humana hace alusión a un proceso, esto es algo que se
olvida fácilmente, debido a que no posee un carácter estático como ya hemos mencionado
anteriormente.
La condición humana en la teoría del
Estado de Thomas Hobbes contempla algunos elementos de gran interés en cuanto
al carácter descriptivo de las pasiones humanas como son; el apetito, el deseo,
el amor, la alegría, la aversión, el odio y la pena. En palabras de Sierra
(2011) y citando a Hobbes; “la vida humana es como una gran carrera en donde
gana aquel que sepa dominar mejor las pasiones y donde retirarse es morir” (p.3).
Un
poshumanismo en escenarios «glocales»[2]
Los leitmotiv[3] son característicos de una
época en la cual funciones de protección y control que antes eran ejercidas
sobre los individuos, por grupos endógenos más reducidos como clanes o
comunidades rurales, latifundios, gremios o clases, pasan a ser ejercidas por
agrupaciones estatales altamente centralizadas y cada vez más urbanas.
“En
el transcurso de este cambio los seres humanos individuales, al llegar a la
edad adulta, salen cada vez más de estos grupos endógenos y protectores más
reducidos y locales. Con la creciente perdida de sus funciones de protección y
control, la cohesión de estos grupos se relaja, y dentro de las sociedades
estatales más amplias altamente centralizadas y cada vez más urbanas, el ser
humano individual depende más de sí mismo” (Elías, 1990, 143).
Retomando las ideas de Hobbes en este
aspecto el cual, realizó un intento por desacralizar los fenómenos político,
sociales y morales que rodeaban la vida del hombre tanto en las condiciones
naturales como en las condiciones políticas. Dicho propósito lo condujo, en
primer lugar, a establecer unos parámetros explicativos que partían de la
comprensión del comportamiento humano cómo fundamento de cualquier acción
individual y, así mismo, de su trascendencia en la verdadera posibilidad de un
conocimiento del conflicto que rodea las relaciones sociales. Esto teniendo en
cuenta que para Hobbes era muy clara la necesidad de entender el papel que
cumplen las pasiones humanas tales como el miedo, el egoísmo, la gloria, entre
otras, para determinar el origen de la asociación entre los hombres;
oponiéndose de esta manera a que se observe que el fundamento de dicha
asociación depende de un ideal de altruismo natural o de la bondad religiosa.
De igual manera trató de demostrar que, toda obligación moral de carácter
natural depende, en principio, de la conciencia individual de cada hombre y del
reconocimiento mutuo de la necesidad del respeto por la vida y del respeto por
los pactos de asociación, más no de ninguna cuestión teológica o metafísica
ajena a la realidad de la vida humana.
La pérdida del encuentro y empatía primaria
entre los grupos se ve reflejada posteriormente hacia una transición más
futurista (por el momento), en donde las perspectivas elementales se subyugan
por controles más tecnificados y racionalizados, potencializando la
“mecanización de lo natural” (Graham, 2004, 12). Sería poco realista no
considerar la evolución que el hombre ha tenido en los diferentes campos de la
ciencia, la tecnología y la ingeniería genética, con el propósito de mejorar
las perspectivas de vida de las personas, sin embargo, tal situación conlleva
un repensar sobre a qué precio estaríamos dispuesto a pagar por esta
“mecanización de lo humano y tecnologización de lo natural” (Graham, 2004)
Elías
(2016) nos dice lo siguiente; “que cuando reflexionamos sobre la estructura de
las emociones humanas y de su control, cuando tratamos de elaborar teorías,
solemos creer que las observaciones sobre los seres humanos contemporáneos en
las sociedades desarrolladas constituyen un material empírico suficiente. Sin
embargo, esto es un equívoco puesto en evidencia, pues partimos de la idea que
podemos entender las sociedades humanas o la aldea global respecto a una teoría
específica” (pág. 2)
La ciencia y la tecnología han hecho que
podamos entrar en contacto con personas que se encuentren al otro lado del
planeta en solo un instante, la ciudadanía y la globalización han cobrado otro
matiz, el pensamiento único ha dejado de ser por un lado una estructura
particular para entrar en el terreno de lo público y lo privado, la tecnología,
el conocimiento, ha hecho que el individuo sea cada vez más sujeto de su propio
temor. El mundo cambio mucho a partir de 1989, fue también cuando el discurso
de la globalización “realmente despegó” (Urry, 1999, 311). Sin embargo, con
estas macro transformaciones a nivel global no solo cambio el mundo, también
cambiaron las sociedades, en específico, las personas y su visión de la
realidad y del futuro.
El surgimiento del posmaterialismo,
poshumanismo, posverdad, posrealidad han traído nuevas/viejas concepciones básicas
del hombre, el de la supervivencia y la seguridad inmediata.
Lipovetsky
(2016) afirma que la humanidad ha comenzado a desertar de la acción y del
movimiento para volverse espectadores de un colapso global que no sabemos dónde
terminara. Por otro lado, Elías (1990), de una forma más catastrófica describe
en forma de analogía el viaje humano; “avanzamos a lo largo de la historia
humana como los pasajeros de un tren que corre cada vez más rápido, sin
conductor y sin posibilidad de ser controlados por los viajeros, nadie sabe
hacia dónde es el viaje o cuando será el próximo choque, ni que hacer para
controlar mejor el tren” (p.96).
Lipovetsky (2016) afirma que la
“indiferencia humana y el individualismo en la sociedad posmoderna se apresta
por exceso no por defecto, por hipersolicitación y no por privación” (p.68).
Debemos entender esto de la siguiente forma; que, ante el abordaje abrumador de
información, la sobrexcitación de los hechos sociales, la implicación de los
mecanismos tecnológicos y el acceso a una inmediatez de elementos
contraculturales en donde el narcisismo, la individualidad y el ego o amor
propio han desajustado el engranaje social en medidas de desinterés colectivo,
todo esto como parte de un cultivo para sociedades más caóticas y un futuro no
tan seguro ni confiable.
De la construcción de un imaginario global
donde la tecnología tiene un rol preponderante no es de imaginarnos que en los
próximos años tengamos que ir mudando nuestros patrones de construcción social,
ya no tan paulatinamente, sino de una manera abrupta para ajustarnos a las
nuevas orientaciones y nuevos devenires de las sociedades poshumanizadas y
quizás un tanto sacadas de algún filme de ficción científica.
Condiciones
futuras para escenarios distópicos.
¿Qué entendemos por distopía y escenarios
distópicos?
La Real Academia de la Lengua Española
define el concepto distopía como; «la representación imaginaria de una sociedad
futura con características negativas que son las causantes de alienación moral».
Si bien, los escenarios actuales globales no están lejos de esta definición
siendo el terreno social comunitario en donde se ejecutan cada una de las
representaciones y que se podrían representar en las siguientes categorizaciones:
La
pérdida de la confianza global es uno de los primeros
escenarios totales; las sociedades han mudado a partir del 2001 con la caída de
las torres gemelas y posteriormente con el colapso de las economías globales a
partir del 2008, está perdida de confianza no es reciente, sino que es parte de
una acumulación progresiva de acontecimientos posteriores a la segunda guerra
mundial y enfáticamente posteriores a los años 90. Giddens (1996) nos dice lo
siguiente; “la confianza es un medio de interacción con los sistemas abstractos
que vacían a la vida cotidiana de su contenido tradicional y establecen
influencias globales” (p.36).
La
pérdida de la experiencia, la ciencia y la tecnología nos han
acercado en tiempo y espacio, pero también nos han distraído de las
experiencias fundamentales en lo que Giddens (1996), denominaría el «secuestro
de la experiencia», puesto que la idea colectiva es que la modernidad está
vinculada a una relación instrumental con la naturaleza y persiste la idea de
la sustitución científica de las cuestiones éticas o morales más básicas.
La
socialización de la naturaleza; se ha facilitado la
estabilización de un conjunto de influencias irregulares e impredecibles sobre
el comportamiento humano, con el control de la naturaleza persiste el abismo
latente de una destrucción climática del entorno, el aumento de los niveles del
mar tendrá mayores afectaciones a poblaciones más empobrecidas y desiguales, de
igual forma el acceso al agua será uno de los objetivos de las guerras futuras.
La
indiferencia colectiva; Lipovetsky (2016), dice que el vacío
permanente y constante, en los espacios sociales, familiares, seculares,
militares y la inseguridad generalizada ha hecho que los sujetos no confíen ni
crean en nadie, ni en nada, sin embargo, las instituciones siguen funcionando,
el sistema sigue su ritmo, estando vacíos y sin un sentido, únicamente
controlado por los especialistas (p.63).
El
aumento del discurso enajenante: El creciente aumento de
la inmediatez en la información, información vacía de contenido verificable y
llena de propaganda que en su gran mayoría lleva un contenido ideológico de
desinformación que incrementa el exceso de contenido deformador y alienante.
Estos son solo algunos elementos que
combinados juntos son elementos propicios para la construcción de sociedades
sumidas en el caos, en la deshumanización, en la liquidez de las relaciones
sociales y políticas, el peligro que en si representan no son tan claros para
sus ejecutores puesto que llevan la carga de una imposición ideológica que poco
o nada permite identificar sus efectos futuros o sus secuelas, es por esto por
lo que parafraseando a Norbert Elías nos dice que; la sociedad se sube a un tren que viaja a toda velocidad sin saber
hacia dónde se dirige ni cuándo será el choque o el descarrilamiento.
Puede que de todo esto la sociedad logre
aprender algo, ya en la década de 1990 el estadounidense Francis Fukuyama
citaba una célebre frase sobre el fin de la historia; sin embargo, hemos de
repasar que la historia moderna ha tenido puntos de inflexión repetidamente lo
que la ha llevado a tener diferentes “fines de la historia” sucede de igual
forma con los acontecimientos contemporáneos que aunque espacio/tiempo son
irrepetibles siguen manifestándose en circunstancias y sociedades distintas “la
historia es cíclica” esto nos hace prever (sin ser clarividentes) cierta cantidad
de hechos actuales y posteriores, la humanidad tendrá que aprender a lidiar con
el tema de reencaminarse, tendrá que sortear los acontecimientos climáticos que
se avecinan y adaptarse.
Las convivencias sociales han ido mudando
con el tiempo y nos hemos hecho más dependientes de las nuevas tecnologías, de
la medicina, los psicofármacos, así como elementos químicos para mejorar
nuestro deterioro genético, las enfermedades van y vienen y se busca la
posibilidad de prolongar la vida mediante mecanismos físicos y biológicos,
mientras tanto la concepción de lo humano como tal es revisado y quizás en un
futuro (distopíco o no) esto tenga que ser nuevamente discutido.
Conclusión
Las sociedades cambian rápidamente y esto
nos lleva a pensarnos como conglomerado social global, ya no solo como una
sociedad localizada en un sector cultural, geográfico político, sino como parte
de una comunidad global, que debe definir la construcción de las mejores
condiciones de resistencia a un constante bombardeo ideológico y político de
dominancia y control, el poshumanismo se presenta como una alternativa al
sufrimiento físico, y a las mejoras de potencialidades corpóreas y como una
herramienta de prolongación de la vida, sin embargo, lejos también se discute
su practicidad en cuanto a la construcción social del “ser humano” como ser
inacabado en el constructo social. Este poshumanismo también se presenta como
un elemento individualizante, por un lado, excluxogeno en tanto acceso a las mismas
condiciones de los que pueden acceder a mejores condiciones físicas y sociales
a través de la tecnología, la ingeniería genética, entre otras
particularidades. De igual forma elementos como el posmodernismo han
consolidado un tipo especifico de sujeto social, que defiende su soledad como
un espacio privado en donde esa libertad anhelada se rige bajo la apariencia de
un control subjetivo personal. Por último, la creación de sociedades distópicas
en donde gana el “mal”, no visto como elemento moralizador sino como partes de
un proceso en donde las sociedades posmodernas, liquidas, dieron paso a una
individualización y a un desinterés en combatir y solidificar espacios de lucha
globales, en donde los discursos de odio, religión y raza gana espacios por
momentos creando más vacío social e ideologizando más a sus receptores, hay que
abocarse por construir un mundo solidario, comprensivo y en especial más
humano.
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[1] Sociólogo, estudiante de maestría
en el Instituto Superior de Ciências
Sociais e Políticas, ISCSP, de la Universidad de Lisboa, Portugal.
[2] Expresión
utilizada Mcluhan, Marshall, 1995, “La aldea global transformaciones en la vida y los medios de comunicación mundiales
en el siglo XXI”, 3ra ed. Barcelona, Ed. Gedisa.
[3] Leitmotiv de
alemán leiten, 'guiar', 'dirigir', y motiv, 'motivo'
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